Yoshi, esta temporada nuestra rivalidad se tomó un receso. Luego de tres finales consecutivas, mi equipo no pudo hacer respetar su condición de subcampeón. Así se despidió una temporada adversa, caracterizada por lesiones y pésimas incorporaciones. Quisimos renovar un par de posiciones en el amanecer de la temporada, pero el mercado nos dio la espalda. Una primera lesión (de importancia) en el amistoso de pretemporada nos cortó las alas cuando ni siquiera habíamos empezado a volar. Este percance, sumado a la ausencia de refuerzos, nos condujo a una espiral de sobrecarga de minutos y planteamientos infértiles. En la desesperación, refuerzos de poco peso y habilidades dudosas desembarcaron al equipo. El descalabro fue la semifinal de Copa, una eliminación dolorosa, pues se vio influenciada por una nueva lesión. Entonces me resigné a ver el resto de la temporada desde el palco, dispuesto a no pelear más, pues no había plantel. De milagro llegamos a la final contra Olimpia, pero de milagros no vive el mundo. Olimpia resolvió en dos minutos lo que no pudo en cuarenta y seis, y mi equipo se fue como empezó: sin sol ni sombra.
Esta temporada no pinta muy diferente. El mercado sigue siendo infame y, a pesar de haber gastado de momento un millón en refuerzos, tengo la impresión de que mi plantel está aún a dos temporadas de recuperar el nivel.